martes, 1 de septiembre de 2009

La mano (I)

Mi hermana está estudiando unas oposiciones para algo que tiene que ver con anatomía. Si consigue la plaza a la que aspira, su trabajo consistirá en estudiar diferentes partes de cuerpos donados por gente ya sin vida. Afortunadamente, alguien de la familia de su novio tiene el mismo trabajo y le ha dado algunas pistas de qué es lo que tiene que estudiar con más ahínco para el examen. Y lo que es más importante, le ha prestado una mano y un pie de huesos para que pueda prepararse mejor.
Una mano y un pie de huesos de verdad. Hago uso de mi memoria y creo no haber tenido entre manos huesos humanos, y menos un grupo de ellos. Necesito probarlo, sería más interesante si tuviese una calavera, pero una mano y un pie tampoco están mal. Sobre todo la mano, mi hermana me ha dicho que es la que más “cosa” da.-Los huesos del pie- comenta en mitad de la comida- no me da cosa tocarlos, aunque hayan sido de una persona de verdad que ya ha muerto. Sin embargo la mano sí. Tiene otro aspecto y otro color porque está cubierta de cera, parece como que todavía está un poco viva y es más pringosa-. Me imagino el pie, con los huesos blanquecinos, duros y quebradizos, como los huesos de los trozos de pollo de una paella que no ha sido recogida al día siguiente. Sin embargo la mano…tengo que tocarla.
Le pido permiso a mi hermana y me lo da, de hecho su tono parece decirme que para qué pregunto; creo que al final no le están siendo tan útiles como los propios libros. Me es igual, me acerco a la bolsa naranja donde sé que están y casi sin mirar dentro saco la mano. Es de color amarillo oscuro, mi hermana tenía razón, la cera le confiere un falso tacto de blandura un poco desagradable. Al no haber visto casi el pie no puedo compararlos y apreciar si uno parece más vivo que el otro, aunque son sólo huesos, ninguno está más vivo o más muerto que el otro, ninguno está vivo ni muerto. Y en todo caso el más muerto sería aquél que perteneció al individuo que la cascó hace más tiempo. Visto así sí que hay uno que está más muerto que el otro. Aunque también puede ser que ambos, pie y mano, perteneciesen a la misma persona, en ese caso tendrían la misma edad, si es que en el mundo de los muertos hay edades como las hay en el de los vivos (quién sabe) y por ende están igual de muertos. Aunque no creo que pertenezcan a la misma persona, ya que una tiene cera y la otra no. Es como si una gozase de un derecho o un privilegio que a la otra se le niega. Como si hubiesen pertenecido a personas de muy diferente rango social o capacidad económica acostumbradas a un trato social desigual y eso perdurase ya muertos. Como si la injusticia del hombre traspasase la frontera de su mortalidad y se instalase en sus huesos, más duraderos que su carne, su sangre, su cerebro, su vida. Por lo tanto, a la mano la untaron en cera para que se pudiese conservar durante más tiempo mientras dejaban desnudo al pie, como se dejan desnudos los huesos de pollo.

Continúa en la siguiente actualización

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