viernes, 21 de agosto de 2009

Viéndola alejarse

Todos hemos escuchado el sonido grave de nuestros escrotos, elevada y sentida melodía que sólo se escucha en soledad. Y hemos visto cómo se llevaban lejos todos los colores dentro de un estuche de piel y pelo, lleno de movimiento, dejando más negra la oscura noche. Hemos formado una pelota con esas imágenes, haciendo un esfuerzo máximo y la hemos lanzado a patadas lo más lejos de nosotros. Y después, indefectiblemente, la bola ha rodado de nuevo hasta nosotros, y hemos procedido a deshacerla separando los recuerdos y, alisándolos, nos hemos sentado a pensar. Y pensando nos hemos quedado solos por momentos y hemos perdido el tiempo. En nuestro pensamiento, hemos sido conscientes del sentimiento de felicidad y del de la tristeza, que casi siempre se asocia con el de estar perdido. A veces el mar te comprende y, en su placidez, arrulla la embarcación en la que moras. Otras se vuelve tu enemigo y no para de revolverse hasta hacerte naufragar. Pero siempre te deja vivo, y preguntándote qué será lo que le hace cambiar de temperamento.
La foto que tienes en la mano está en blanco y negro. Rompes tu inmovilidad alzando la cabeza, buscando los colores que te han robado en el cielo, en la tierra, las plantas, las sombras, los edificios, la ciudad, en las risas de tus amigos, en el humo y en el fondo de una lata de cerveza. Se alternan días de desgracia y de exaltada alegría. No eres dueño de tu autoestima, la embarcación en la que viajas no tiene timón. Te crees miserable y hombre elevado al mismo tiempo. De pronto se te ocurre que la única manera de parar esta oscura espiral y llenar hasta el último rincón de luz salvadora es organizando una combustión o una explosión que te permita empezar de cero. O casi. Piensas en bañarte en gasolina, pero te paras a tiempo, con la llama de la cerilla acercándose lentamente a tus dedos. Caes en la cuenta de que hay otro material sobre el que puede recaer la combustión: la puta bola de imágenes arrugadas. Sonríes mientras ves cómo se consume, y te juras que nunca más volverás a perder la chaveta cada vez que la mires.
Todos hemos quemado sus recuerdos alguna vez.




Puedo comprender que haya gente que no comparta mis gustos. No así cuando se trata de Extremoduro.

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