lunes, 27 de abril de 2009

Un sueño, un relato

Una posición equivocada

Estábamos en un bar que suelo frecuentar. No sé bien cuántos éramos, ni me acuerdo de la cara de todos. Pero ahí estábamos, sentados en un círculo de banquetas en un punto del bar inexistente donde nunca he estado en la realidad desde donde el bar me parecía extraño.
Hablábamos, y de vez en cuando también reíamos. Algunos bebían, pocos; yo no. Creí ver algún chupito de tequila cruzarse de mano a mano. Mirándome a los pies me pregunté desde cuándo había colchones en el Cherokee, y qué es lo que había debajo del colchón para mantenerlo inclinado hacia arriba. Estaba tumbado sin estar en horizontal, pero me encontraba verdaderamente cómodo. Al fin y al cabo era lo mismo que encontrarme en la cama, pues también estaba tapado con una manta. Examiné un poco la especie de cama en la que me encontraba. Su colchón era muy fino. Más bien parecía una colchoneta, lo era. Pero aún así estaba muy a gusto.
No veía ningún foco de luz, pero debía haberla, sino, no podría estar viendo la cara de mis compañeros. Todo estaba bastante oscuro, y más allá de ellos no distinguía nada más que las paredes. Pero debía haber luz, por ínfima que fuese, aunque fuese una luz oscura, pues sino tampoco la habría visto a ella. Hablaba con una amiga, y sus presencias me hacen replantearme con qué grupo estaba pasando el rato realmente.
Hasta ese momento había estado bastante ausente de lo que sucedía alrededor mía. De hecho sólo había abierto la boca en contadas ocasiones, para responder a alguna pregunta...¿había abierto la boca en algún momento hasta ahora? El caso es que me encontraba pensando en mis cosas, ajeno a lo que sucedía hasta que la vi. Me fijé en su rostro de perfil mientras hablaba. La extraña luz se reflejaba en su piel clara que contrastaba con el fondo del bar. Mis amigos reían y hablaban alrededor de mis pensamientos. Atmósfera oscura, piel clara.
Se acercó a mí ¿sonreía?, debería de estar sonriendo. Sin embargo, había algo de seriedad en todo lo que ocurría, como si cada momento fuese crucial. Se inclinó un poco (yo seguí tumbado en el colchón oblicuo) y dijo cerca de mi cara:
-Tengo frío-
-¿Tienes frío?,- Respondí en tono jocoso, sonriéndola (tal vez ofreciéndola la sonrisa que ella me había negado)-¿no tienes abrigo?-
-sí, pero ¿me dejas meterme dentro?- Esto sí lo dijo sonriendo.
-Claro, hay sitio-
Me eché a un lado levantando un lado de la manta y se metió.
La debí de decir algo. Mantuvimos un corto diálogo de frases aún más cortas.
Como el colchón estaba oblicuo, y como esto no dejaba de ser un fantástico sueño, podíamos mantenernos sentados sin resbalar por el colchón, como si estuviésemos en banquetas. De hecho, en algunos momentos el colchón se transformaba en banquetas. Fue en este momento cuando me di cuenta de que llevaba puesta la camiseta de Reincidentes, camisa que hace mucho que no me pongo, pero no tanto como el tiempo que llevo sin escuchar el grupo.
Deslicé mi mano izquierda por el interior de la parte trasera de su camisa. La apoyé en su espalda. El gesto andaba entre lo amistoso y el cortejo. Me atraía (me atrae), y quería aproximarme a ella, pero sin abandonar el firme terreno de la amistad. Sólo que entonces, ¿dónde colocar la mano? Ahí estaba la clave. La posición intermedia entre amigo y pretendiente la tenía que traducir en la colocación de mi mano. Quería rodearla en un abrazo de amigos y a la vez acariciarla, tomar contacto con su piel.
¿Dónde apoyarla? No podía responderme a mí mismo. Más arriba, más abajo, a la derecha, a la izquierda...Su espalda era lisa, su superficie igual por todos lados y yo, centrado en la disyuntiva de la mano, se la estaba sobando sin darme cuenta. No pensé que podría estar disgustándola, aunque tampoco hizo nada que me sacase de mi estado de concentración. La mano, finalmente, no sabría dónde ponerla.
Pero dio igual, porque no sucedió nada. Ni hablamos, ni me miró sonriendo, ni tampoco se apartó. Sonaba la música y permanecíamos quietos y silenciosos. Salieron varias canciones que conocía, las que siempre ponen, pero era incapaz de cantarlas ni de moverme a sus ritmos, como suelo hacer. No me apetecía lo suficiente, y únicamente murmuraba algunas frases de los estribillos.
-Estoy un poco “plof” no sé por qué- Le dije para romper el silencio. Me levanté ¿había seguido mi mano en algún lugar equivocado de su espalda hasta entonces?, ande´ unos pasos y me acerqué a una pared. Había un plano de Metro, lo examiné y murmuré algo.
-¿Qué pasa?- Me giré, era ella. También había salido de la cama y me había seguido hasta el plano.
-Marta se ha equivocado de recorrido de metro. Va ha hacer más de diez paradas en vez de tres para llegar al mismo sitio.-
-Vaya.-
Y no sé cuánto más permanecimos en el bar.

Esta mañana, cuando andaba por el metro, camino de la universidad, me costaba creer que lo que me rodeaba fuese tan real como falso había sido el sueño. Al fin y al cabo, yo busco de verdad el punto correcto donde apoyar mi mano ¿lo habrá encontrado ya mi yo del sueño?
Recuerdo que antes de ayer hablaba con un amigo sobre lo que jode tener flashes del sueño de la noche pasada y no poder acordarse de el con exactitud. Menos mal que esta vez me he acordado.

5 comentarios:

alberto dijo...

jaja...Ese amigo con el que hablabas de flashes del sueño sin duda era yo. ¿Por qué me cuentas los sueños malos y estos no me los cuentas? joder tío estás salidillo hasta en sueños...bueno, espero que vuelvas a soñar con esa chica del xerokee y en el próximo sueño no seas tan payfants...jajajajaja tenía que decirlo. Venga loco... cuidate

Álvaro AM dijo...

te lo he contao no?, da gracias de que no he contao con quien te enrollabas tu en el sueño, buano, m´´as bien con qu´´e xD

alberto dijo...

¿Con qué me enrrollaba yo?
Ahora que lo has soltao, dilo del todo ya. Bueno y compraté un teclado nuevo porque el que tienes no pone muy bien las tildes.

LaMala Dela Película dijo...

vaua historia, me ha tenido enganchada hasta el final :)

Álvaro AM dijo...

muchas gracias, anoniMATA, me alegro de que te haya gustado. :)