sábado, 15 de marzo de 2008

Report kebab.

Buenas. Llevábamos ya Diego y yo como dos semanas (el tiempo que ha pasado desde que sucedieron los acontecimientos que os voy a relatar hasta hoy) comentando la publicación de esta entrada, pero hasta el momento ninguno de los dos se ha atrevido a hacerlo a sabiendas que la publicación de tal estupidez se reflejaría en una desvaloración del que lo hiciese por parte del público.
Esta entrada que me dispongo a publicar, no va a ser nada del otro mundo, no va a tratar acerca de ningún gran acontecimiento de interés nacional o local. No pretendo informaros acerca de ningún asunto, ni tampoco desarrollar ninguna opinión sobre lo que fuese. Simplemente, atendiendo a que este es un blog que construimos entre dos colegas para el resto de sus colegas, lo hago para que no caiga en el olvido. Ahí va.

La noche ya había extendido su negro manto por completo sobre la tierra. Hacía un poco de frío. Una vez reunido todo el grupo decidieron irse a cenar al kebab acordado. Habría que esconder las botellas, pero no pasaba nada.
Una vez dentro sintieron el calor del restaurante y, tras juntar algunas mesas, se sentaron.
Cogieron la carta y empezaron a ver los productos y los precios. Se oyó a alguno quejarse de estos últimos, y proponer la marcha a otro establecimiento, postura a la que me negué, pues yo soy un gran defensor del kebab de al lado de mi casa frente a otros lugares de comida rápida. Finalmente, el grupo decidió quedarse como estaba.
Tras esperar un tiempo la camarera llegó a apuntar nuestros pedidos. Recuerdo que frente a mí estaba Adrián y a su izquierda Bryan. La camarera empezó a tomar nota de lo que pedían los del otro lado de la mesa. Cuando lo hizo se acercó a los que estaban en mi lado. Diego y yo pedimos un kebab sorento, Adrián un kebab hawaiana, Alberto una pizza, solo quedaba Bryan, que aún miraba la carta, como si no supiese leer...la camarera le preguntó-¿y tú qué vas a tomar?-; Venser, entonces, volvió la cabeza lentamente, y, con ojos de tristón, como si no supiese dónde estaba, respondió-Yo quisiera un kebab-. Lo sucedido después fue todo ruido. El grupo entero botó en sus asientos partiéndose de risa a costa de ese pobre chaval que parecía no saber que en un kebab venden kebabs. Sin embargo se hizo de nuevo el silencio para ver qué respondía la camarera, que fue lo siguiente: -A ver, hijo, tú tienes aquí una carta con muchos kebabs, eliges el que más te guste y me lo pides-a lo que Venser respondió:-mejor ponme una hamburguesa-. Se repitieron las risas, el ruido fue doblado en intensidad, yo miraba a Diego, tenía los ojos iluminados, parecía que le iba a dar algo, el resto estaban igual, pensando que Bryan vale su peso en oro, a mi me dolía la tripa...
Las risas duraron como 2 minutos largos, pero al fin decidieron parar. Tras algo así como 20 minutos les trajeron la comida y procedieron a cenar de una vez por todas. Sin embargo Bryan tenía ganas de más. Ya había conseguido que la peña se echase unas buenas risas a su costa, sin embargo para terminar de ser Venser le faltaba realizar otra cosa muy peculiar en él: perder dinero. Efectivamente, Bryan es un ser que, tal como le dijo Adri a Samu algo más tarde, ``ahí donde le ves, chorrea dinero ´´. Su método más utilizado por él para este fin son las apuestas. Su naturaleza de sobrado le empuja a Bryan a hacer porras de lo más absurdas que, irremediablemente, acaba perdiendo. Otra cosa extraña en la manera que tiene Bryan de jugarse el dinero, es que el hecho de que medio mundo crea que se está equivocando es para él un indudable indicador de que va a ganar la porra. Así pues, que hubiésemos hasta 7 personas diciéndole que las chicas sentadas en la mesa de al lado no iban a nuestro instituto no le hizo plantearse en lo más mínimo que a lo mejor no debería apostarse con Alberto 5 euros a que las chicas sentadas a su espalda iban a nuestro instituto. Tras cerrar el trato, Fruti (porque Alberto no tenía huevos)se dio la vuelta y se lo preguntó a las muchachas. Dichas muchachas dijeron que no iban a nuestro instituto, tal y como había previsto el 95% de nuestra mesa. De nuevo, y por tercera vez consecutiva nos volvimos a reir todos a costa de Bryan. Y esta vez con mucho más ruido, y es que, al grito de ¡tonto, que pareces tonto!, casi nos echan del kebab. Bryan debía de estar pensando que en efecto lo era a juzgar por la cara que tenía.
Con esta última gran hazaña de Bryan el grupo acabó de cenar, pagaron y se marcharon del kebab, bastante contentos preguntándose qué les depararía la noche, que no era ni más ni menos que la borrachera de siempre en el parque de siempre.


Dedicado a Bryan, sin él esa noche no hubiese sido nada. Y a Jose, que no pudo vivir aquellos espléndidos momentos de risas.

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