jueves, 3 de abril de 2008

La falta de respeto más grande de la historia.

Darwin. Tal vez el biólogo y naturalista más conocido y polémico de todos los tiempos. Como todos sabéis, elaboró la teoría de la evolución por selección natural tras su viaje a bordo del Beagle con el que recorrió el mundo entero recopilando datos, información y especimenes de diferentes especies animales y vegetales, midiendo profundidades marítimas e indicando la situación de las grandes corrientes oceánicas. Tras esto, y tras años de estudio y de innumerables interrogantes acerca del origen de las especies que tuvo que ir respondiendo con incalculable esfuerzo. En 1859 publicó su famosa obra El Origen De Las Especies en la que explicaba sus hipótesis. El impacto fue monumental, y tal vez solo comparable con el descubrimiento de la redondez de la tierra y del sistema heliocéntrico. Darwin desató un terremoto que no solo afectó a la ciencia de su tiempo sino también al pensamiento filosófico y social de la época. Aparte del intenso debate de ideas que sostuvieron geólogos, biólogos, botánicos etc (debate que décadas más tarde se resolvió a favor de Darwin) la gran batalla contra Darwin fue sostenida por la Iglesia. Iglesia y Ciencia, (que no fe y razón) se nos llevan presentando prácticamente desde el nacimiento de ambas cual sudorientos e incansables boxeadores que mantienen una dura pelea, en ocasiones dolorosa incluso para el espectador, que, ya sea por la educación recibida de sus parientes y de la sociedad o por su propio interés intelectual, se siente defensor de uno de los dos. Esta vez, como tantas otras, la Iglesia volvía a recibir un titánico revés por parte de la Ciencia que quedará marcado para el resto de la historia. La Iglesia reaccionó como lo suele hacer ella. Se enfureció, se revolvió, gritó, escupió, insultó, echó mano de milenarios argumentos, hizo oídos sordos de lo que se le decía, de lo que se mostraba ante sus ojos. Se sentía ofendida, atacada; este hombre argumentaba ni más ni menos, que las especies, lejos de haber sido creadas por Dios con la apariencia con la que se nos mostraban habían sufrido una larguísima evolución que las había hecho cambiar (y que de hecho las cambiará) hasta ser como ahora son. Pero no solo terminaba ahí la arrogancia de este hombre sino que además aplicaba esto al ser humano afirmando que procedemos de los simios. Nos rebajaba a la altura de un ser animal más hijo de la Naturaleza. Negaba la creación del hombre, la existencia de Adán y Eva. Sólo le faltaba decir que Dios tampoco había creado el mundo. Así pues, la Iglesia negó desde el principio la veracidad de esta hipótesis, al fin y al cabo, ¿qué significaba el esfuerzo que este científico había invertido en su trabajo con la finalidad de que éste se aproximase lo máximo posible a la verdad ?, ¿qué valor tenían las pruebas que se descubrían en favor de la teoría?.La pregunta era si los intereses religiosos coincidían con lo que la teoría de la evolución demostraba. Pregunta, que en ocasiones, parece ser la única que los hombres de la sotana se han hecho a lo largo de la historia.
Así pues, pasaron los años, Darwin murió y el tiempo nos demostró, que, efectivamente, la mayoría de sus ideas eran objetivamente ciertas. A día de hoy el campo de las ciencias admite unánimemente su teoría como el modelo más adecuado para explicar la variedad de especies que hay sobre la Tierra. Sin embargo, las religiones cristianas no abandonan la lucha que contra Darwin iniciaron hace ya más de un siglo. Sí que es verdad, que, como cabría esperar, esta lucha es ahora mucho menos acalorada, carece de interés para la opinión pública y no constituye un importante ``frente de batalla ´´ en la guerra que la religión mantiene constantemente en su firmeza por defender sus tradicionales derechos y su afán por enjaular nuestras vidas dentro de unas normas morales marcadas y creadas por ella.
El ejemplo más claro y más conocido de cómo aún siguen algunos sectores religiosos (porque, a todo esto, he decir, que a la religión también se dedica gente muy razonable que ha considerado las leyes de Darwin como ciertas) en una actitud ofensiva y defensiva en este tema es la petición, en algunos lugares de EE.UU., de que los padres puedan elegir si sus hijos estudian o no a Darwin en la escuela. Y más recientemente, las noticias nos hablaban de la apertura de un museo dedicado únicamente a la tesis creacionista: Dios creó a Adán y Eva, estos comieron la fruta prohibida, fueron expulsados del Edén, el Edén desapareció, fueron creados los dinosaurios (cuyas estatuas estaban dotadas de rasgos que dejaban entrever la maldad de estas criaturas)etc...Lo que más me llamó la atención fue que este museo no se abría en EE.UU., como yo creí en un principio, sino en Francia. ¡En Francia!, el país de las revoluciones, el de la modernidad, el de las nuevas ideas...``este rollo del creacionismo llega más lejos de lo que yo creía ´´, pensé.
Esto, desde mi punto de vista, es indignante. Tan solo soy capaz de calificarlo como una falta de respeto monumental. Falta de respeto por parte de los sectores más conservadores de la sociedad hacia un hombre que consideró su obligación como biólogo el invertir gran parte de su vida a elaborar una hipótesis que encajase con la gran mayoría de pruebas aportadas por la ciencia hasta ese momento. Este hombre, gracias al cual el saber humano se enriqueció y se superó una vez más, lejos de ser admirado y respetado, sigue siendo blanco de la ira de los sectores más conservadores que aún forman parte de nuestra sociedad.
Tras ver el caso del museo creacionista, noticia que me causó un gran azoramiento, pensé si no debía de existir, acaso, un consejo de defensa del conocimiento humano cuya función fuese asegurar la divulgación académica de saberes científicos reconocidos como verdaderos, y la permanencia de éstos en la sociedad. Pero, por el amor de Dios (a alguien le hará gracia que a estas alturas del artículo utilice esta expresión) ¿es que a nadie le parece alarmante que aún siga viva, aunque sea reducidamente, esa rotunda negación de los clérigos a aceptar tal tesis?. ¿A alguien le parece correcto seguir tolerando semejantes comportamientos retrógrados?. ¿Nadie más se alarma cuando les digo que aún tengo que escuchar a compañeras de clase afirmando que Adán y Eva existieron?. Sí, amigos míos, eso fue lo que me impulsó a escribir este articulo. Eso, mala leche, y admiración.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

que es mi barco mi tesoro
que es mi dios, la Libertad
mi ley, la fuerza y el viento,
y mi unica patria la mar.

Dejales que crean lo quieran ellos sabran, la iglesia nunca reconocera la teoria de la evolucion, se les desplomaria el mundo a los obispos, curas y al mazinger-z! se le caeria el alma a los pies, no pueden admitir que han estado estafando a millones de personas.

Álvaro AM dijo...

Ahí, ahí, bien dicho.
Y gracias por los famosos versos de Espronceda que vienen bastante bien para el tema que nos ocupa.